domingo, 15 de noviembre de 2009

"Los lunares en Tierra y yo, en la Luna"


Entro al aula y la veo de espaldas, de cara a la pared, no se percata que he llegado tarde como todos los días. Su cabello castaño me seduce, me invita a tocarlo a…
-Puede pasar.
-Gracias.
Como todos los días le toco el hombro ella se para como si no me conociera, me acomodo y me siento, la rutina de todos los días es así y francamente no quiero cambiarla. La profesora da la espalda a los alumnos. La beso en la mejilla.
-Disculpa la tardanza.
Tengo muchos defectos, pero ella en mi solo ha visto uno, y por más que le he preguntados cuantos tengo, ella con su voz suave me dice:
-Hay algo en ti creo que nunca va a cambiar, y es que eres tardón. ¿No puedes llegar temprano así sea por mi?
Ella mira su cuaderno y escribe, coloca su bolso blanco –también puede ser negro, todo depende de cómo venga vestida- a mi lado, como un abismo que nos separa y aunque no nos dirigimos la palabra al mismo rato no evito mirarla, contemplarla, tratar de contar cada unos de sus lunares, los miro, pero hay uno en especial que me agrada, uno que lleva en su pecho, centímetros arriba de su busto. Lo miro y me pongo en su lugar, como si yo, el lunar, estuviera perdido en el campo de su pecho admirado por tanta belleza, tan embobado que no sabría a donde ir, teniendo como único consuelo quedarme ahí, y contemplar todo a la vez.
-No seas descarado y deja de mirarme, el profesor te puede ver.
Salgo del sueño, para entrar de nuevo, para ponerme en el lugar del lunar que lleva en el cuello, aquel que me gusta besar sin ningún tipo de atrevimiento, sin una sola gota de morbo, solo para rendirle culto a aquel sobreviviente de tal cruenta batalla que son mis labios, mis ganas de morderlo y arrancarlo como trofeo de guerra.
-A ver alumno, usted el de lentes, dígame que valores puede tomar “X” en la siguiente ecuación?
-No sé?
El sueño se interrumpe, y mi vista se fija en su rostro sus ojos fijos miran atentamente la pizarra, la clase de Razonamiento matematico para ella nunca se interrumpe, ni mi mirada penetrante, descarada. Sin importarme nada miro sus parpados, sus ojos claros y el lunar que como una segunda pupila se enmarca bajos sus ojos, es el mas curioso de tos los que lleva en el cuerpo y a pesar de que a ella no le gusta me encanta saber que ese lunar me mira, fantasear que lo beso, que beso cada uno de ellos, sin saltearme ninguno…
-¿No piensas copiar?
-Sabes que los números no me gustan, solo escuchare la clase, además mi cuaderno tiene alergia a cursos como estos.
La verdad nunca creí en Dios o algún ser supremo superior a mortales como nosotros, pero últimamente siento que hay algo mas allá de esa belleza que ella posee, una belleza suprema, sobrenatural, algo diabólica. La miro y me es indiferente ¿Sabe que la amo? Tal vez, si se lo he dicho varias veces. Me encanta caminar con ella, abrazarla y trastabillar al ritmo de sus caderas, besarla y sentir sus labios rozando los míos.
Cierro los ojos e imagino aquel lunar que alguna vez me dijo que tenía en su muslo izquierdo. Uno travieso, escondido de toda vista humana, admirable solo a sus ojos, y es que aquel lunar nadie lo ha visto, solo ella, cuando se desnuda, cuando se ducha y cuando el agua recorre su torneado cuerpo.
Así pasan las horas, esperando la salida, y dejando reprimida esa locura que llevo dentro, y que solo sale a flote cuando la tomo entre mis brazos y la beso.
-Nos vemos mañana, cuídate y no olvides que te amo, mi caderoncita.
- Y tú no te olvides llegar temprano mañana flaquito.

2 Reacciones pervertidas:

Noé Alvarado dijo...

una masturbada cerebral en plena clase... cada vez escribes mejor y mejor

Damian dijo...

ya habia olvidado tus ejercicios textuales.
escribias un libro verdad.
recuerdo q te gustaba el plajero de echenique, a mi me cae mejor cuando esta borrachito, re divertido cuando empina el codo

 

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